Me
regalé la esperanza, los sueños, me regalé una sombra de libertad,
la
dudas duraron lo que dura un ladrillo sin pagar,
un
espacio entre una incubadora de maternidad y
un
pezón seco que me pueda alimentar.
Me
queda volar o simplemente morder una esquina y escapar,
ya
me rebajé perdiendo el equilibrio entre la vida y el suelo,
las
barcas de Caronte van repletas y no puedo con él al infierno viajar
y
no hay taxis libres que me suban al cielo.
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