Cerca de las tapias, sin asfalto ni aceras, donde los
regueros discurrían a sus anchas creando el cauce natural de mi calle,
haciéndonos saltar para sortear aguas de lluvia o aguas vecinales, allí se
ponía el cabrero, o borrego, tosco en sus modales y escaso en tolerancia. De
sombrero de ala ancha, zamarra y bastón, que a todos nos tenía que controlar,
cabras que huían por el estrujamiento de sus ubres asaltadas por niños
pestilentes deseosos de un buen trago de leche, mientras él llenaba pocillos
sin cesar por unos cuántos reales.
Hoy, tirarnos calle abajo con la caja de madera y
rodamientos, a durado más de lo acostumbrado, el cabrero no se ha dignado a
presentarse con la reata que tanto admiramos y necesitamos, dormiremos sin el
delicioso manjar, una noche más los sueños se volverán inquietos mientras mi
calle sufre el rumor de las aguas…
Soy
viento desnudo de estos versos,
viento
desnudo angustiado y solo
que
va dejando sus pétalos dispersos.
Viento
que como el alma vaga inquieta,
ruge cuándo está sobre los mares,
y
duerme dulcemente en una grieta.
Viento
que nada sabe y todo niega,
negando
lo bueno, el bien propicia,
porque
es negando cuándo más se entrega.
El
viento como las almas bellas,
vaga,
corre y gira disconforme en el amor
por
ser el buque en marcha a las estrellas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario