ENTREGADO A LA CAUSA
¡Qué desmantelada queda la alegría
cuando el sepulturero entierra la
luz,
cuando la dúctil gracia se malcría
y el hombre oculta la cabeza como el
avestruz!
¡Qué
desesperado celo cuando el amor no es mío,
cuando la vida se va por un tragaluz,
cuando el recuerdo baja de categoría
y tu ausencia es una maldita cruz!
Ahora que esta lápida señala mi
presencia,
quiero ser yo, mi enemigo íntimo,
quien se olvide de la frígida coherencia
y deje encima de la losa lo que más
estimo.
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