Dos ríos separaron el bosque de la
ilusión, en realidad brutal, que mas tarde convertiría a la humanidad en odio
profundo, en constante refriega, en sufrimiento, sin culpables, por la fe
imaginaria de unas feroces alimañas para el provecho de unos cuantos. Se
desconoce si los muros eran muy altos, pero el paraíso terrenal tenía las miras
muy bajas, y el hombre evolucionó a la altura de las serpientes con lengua de
doble filo. Después todos a la calle…creador de engendros de barro, de envidias
y traiciones, de incestos con sordina,
de asesinos con quijadas carentes del más elemental de los estilos.
Entre ríos se fraguó
la historia de una pareja,
y en el paraíso los
dejaron, a uno sin costilla,
y a la otra la mar de
traviesa.
Eva era su nombre y
preocupada por su encierro
a Adán le machacaba
con salir de allí corriendo.
Tan bueno y recatado
Adán, pues no quería ofender
al Señor su creador
con las propuestas de su mujer.
Y ella que no hacía
caso, a un manzano se subió,
comió del fruto
prohibido y a todos nos jodió.
El Padre no la
perdonó, ni a sus herederos todavía,
"será cuando le
quitemos la costilla a esa arpía".
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