No
era pequeña la ansiedad de los que en la ciudad habían quedado,
inquietos
como se hallaban por la lucha del pueblo maltratado.
Reunidos
los líderes de la tierra,
confabulan
contra la gente que se amotina,
porque
el hambre les golpea con sordina
y
alimentan el estruendo de la guerra.
Congregados
en bunker de acero y cemento,
estos
rectores de sonrisa libertina,
conjugan
verbos de miedo, proclamando la ruina,
gestada
por el pueblo, entre la ira y el tormento.
Promulgan
leyes con fuerte olor a decretos,
la
masa sucúmbe como brisa marchita
ante
edictos corruptos y secretos.
La
suerte ya está echada, el futuro es solo recuerdo,
el
hombre preñado de iniquidad, afila su espada,
afuera
los desalmados... dentro los despojos del cuerdo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario