El alzhéimer es una enfermedad
que se caracteriza por la decadencia de la memoria, el olvido y el deterioro
físico que lleva irremediablemente a la muerte.
Algo parecido le ocurre a la
memoria histórica de este país, sobre todo a la contemporánea, a la reciente, a
la que en vida tratan de anularla, de que no se sepa nada, de que se oculte una
realidad haciendo desaparecer tapias con olor a muerte donde el color del
ladrillo no se sabe muy bien si era rojo por culpa de su elaboración o por la
sangre derramada por gente que se oponía a sufrir el yugo de una dictadura.
Pero lo doloroso, lo terrible de
la memoria histórica es la arbitrariedad con que se manifiestan los que han
heredado la manipulación como forma de ocultismo, haciendo válidos a unos y
apestados a otros.
Carreteras que ocultan las
cunetas, esclavos que levantan monumentos en Cuelga muros, presos que se
arrojan por las ventanas al grito de que la libertad no es solo una palabra, donde
los “bendecidos” de este país te golpean con saña.
Que situación tan descompensada,
los símbolos del franquismo campan a sus anchas, mientras los sometidos desaparecen
a golpes de guadaña.
No hay comentarios:
Publicar un comentario