XV
Me salto unos años estúpidos, sin ser dignos de mención, esa pubertad rebelde, sin identidad, con colegio de leyenda (25 años de paz), la enciclopedia Álvarez a mis espaldas como único medio de cultura en época dictatorial, curioso sistema de aprendizaje el que nos tocó estudiar, arrancaba el día con el” cara al sol” que con el brazo estirado y de esa forma tan peculiar, nos advertían del logro que suponía aquella extraña paz, terminada tan excelsa sonatina nos ponían a rezar el padrenuestro, carta magna que iniciaba el día, pero nada era comparable al emotivo canto que suponía ese ritmo macabro de la tabla de multiplicar, claro que si sonora era la melodía, mas ruidosa sin duda era la geografía y los limites de España que empezaban en los Pirineos y terminaban en Gibraltar. Sin cumplir los 14 y en pantalones cortos, un escaparate con cartel para un chaval, me anuncia a bombo y platillo que es mi oportunidad, seguían las penurias en casa, entré con mi madre en la tienda dispuesto a desempeñar labores de aprendizaje para ganarme un jornal, el sueldo era cortito y el primer dinero fue al uniforme que necesitaba para trabajar. Se acabaron los estudios y la niñez infernal…
Me salto unos años estúpidos, sin ser dignos de mención, esa pubertad rebelde, sin identidad, con colegio de leyenda (25 años de paz), la enciclopedia Álvarez a mis espaldas como único medio de cultura en época dictatorial, curioso sistema de aprendizaje el que nos tocó estudiar, arrancaba el día con el” cara al sol” que con el brazo estirado y de esa forma tan peculiar, nos advertían del logro que suponía aquella extraña paz, terminada tan excelsa sonatina nos ponían a rezar el padrenuestro, carta magna que iniciaba el día, pero nada era comparable al emotivo canto que suponía ese ritmo macabro de la tabla de multiplicar, claro que si sonora era la melodía, mas ruidosa sin duda era la geografía y los limites de España que empezaban en los Pirineos y terminaban en Gibraltar. Sin cumplir los 14 y en pantalones cortos, un escaparate con cartel para un chaval, me anuncia a bombo y platillo que es mi oportunidad, seguían las penurias en casa, entré con mi madre en la tienda dispuesto a desempeñar labores de aprendizaje para ganarme un jornal, el sueldo era cortito y el primer dinero fue al uniforme que necesitaba para trabajar. Se acabaron los estudios y la niñez infernal…
No tengo fuerzas ni para
comer,
solo permanecer en mi
inconsciencia,
entre las sabanas de mis
vergüenzas,
odiar mi estupidez, mi
indiferencia.
Busco que vuelva la razón
y solo encuentro el sabor
se la hiel,
idolatrado ser sin ser
buscando tu perdón.
Maldigo el orgullo
desmedido,
el chiquillo echo hombre,
el hombre pasivo,
la tristeza que me embarga
es por no saber andar el
camino.
Desdeño con gruñidos
la ayuda estéril de
destinos vacíos,
pues ya es bastante
insultante
ser hombres y vivir
perdidos.
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