miércoles, 3 de agosto de 2016

                                                                      XV

Me salto unos años estúpidos, sin ser dignos de mención, esa pubertad rebelde, sin identidad, con colegio de leyenda (25 años de paz), la enciclopedia Álvarez a mis espaldas como único medio de cultura en época dictatorial, curioso sistema de aprendizaje el que nos tocó estudiar, arrancaba el día con el” cara al sol” que con el brazo estirado y de esa forma tan peculiar, nos advertían del logro que suponía aquella extraña paz, terminada tan excelsa sonatina nos ponían a rezar el padrenuestro, carta magna que iniciaba el día, pero nada era comparable al emotivo canto que suponía ese ritmo macabro de la tabla de multiplicar, claro que si sonora era la melodía, mas ruidosa sin duda era la geografía y los limites de España que empezaban en los Pirineos y terminaban en Gibraltar. Sin cumplir los 14 y en pantalones cortos, un escaparate con cartel para un chaval, me anuncia a bombo y platillo que es mi oportunidad, seguían las penurias en casa, entré con mi madre en la tienda dispuesto a desempeñar labores de aprendizaje para ganarme un jornal, el sueldo era cortito y el primer dinero fue al uniforme que necesitaba para trabajar. Se acabaron los estudios y la niñez infernal…


No tengo fuerzas ni para comer,
solo permanecer en mi inconsciencia,
entre las sabanas de mis vergüenzas,
odiar mi estupidez, mi indiferencia.

Busco que vuelva la razón
y solo encuentro el sabor se la hiel,
idolatrado ser sin ser
buscando tu perdón.

Maldigo el orgullo desmedido,
el chiquillo echo hombre, el hombre pasivo,
la tristeza que me embarga
es por no saber andar el camino.

Desdeño con gruñidos
la ayuda estéril de destinos vacíos,
pues ya es bastante insultante
ser hombres y vivir perdidos.

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