Lonbrices de mercurio
En las ardientes arenas del desierto
el pintor había inventado
un cuerpo de agua tan cristalina y fría,
tan sensual para el sediento,
que las linéas tenian la movilidad
lujuriosa de lombrices de mercurio.
Y la muchacha de pechos desnudos
reia como un trozo de metal caliente,
y por su torso de banjo,
de tan tan o trompeta,
gritaba húmedo el rocío atrayente de su piel.
La muchacha de los pechos desnudos
no era la quietud estatutaria de la pose,
no tenía la fijeza del modelo en rigidez de museo,
y el pintor al saber que no cabía en el lienzo,
la pintó en forma de rio.
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