IV
Casi de puntillas había pasado mi séptimo cumpleaños, y en aquella primavera tenia que ocurrir el gran acontecimiento de mi niñez, me preparaban para la primera comunión. Aquella sensación del antes y el después, de acostarse rebelde, de que hasta entonces mi vida había sido ilusoria, llena de despropósitos, infame en las formas (joder, sólo era un niño) cambiaria rotundamente al despertar a la mañana siguiente.
En los días anteriores al
acontecimiento, mi casa hervía ferozmente, tanto preparativo tenia
exhaustos a mis padres, entender aquello era casi imposible para un
personaje como yo que esperaba su gran momento.
Susurros, rumores, que a veces se
convertían en gritos, luego silencio, mas tarde el llanto de mamá
¿porqué lloras? Por nada, porque estoy feliz, me contestaba. No
tenia capacidad de comprensión y tampoco quería tenerla, solo
quería mi comunión.
En la víspera del acontecimiento me
trajeron el traje –mira Paquito, es de marinero, ¿te gusta?- era
genial, todos los niños vestiríamos de marinero, hasta aquel sábado
nada sabia de mi traje, tiempo después me entere que la portera
(dudoso honor de ser mi madrina) se lo había dejado a mi madre para
el evento, por primera vez seria un hombrecito, llevaría pantalones
largos…pero no eran del todo largos, aquella cosa no me llegaba a
los tobillos.
Mañana del domingo, todo eran prisas,
y a la iglesia, ¡que trago! No importaba, ahora vendría la fiesta,
bocadillos, bebida y tarta, si hubo regalos no me acuerdo porque
horas mas tarde sí hubo un antes y un después en mi primera
comunión, mi padre preso de la bebida era ingresado en Ciempozuelos
con delirium tremens a causa del alcoholismo, y todos en aquella casa
quedamos marcados, el día después había comenzado…
Estoy hastiado de
justificarte
y quiero dar libre curso a
mis quejas;
¿tienes acaso ojos de
hombre?
¿ tus días son los de un
mortal?
¿sufres en tus carnes
nuestro coraje?
¿y el dolor de las tripas
por el hambre?
¿por qué consumes por
igual al inocente y al culpable?
¿por qué tengo que
justificarte?.
Soy inocente de la
multitud de palabras
que salen por mi boca,
porque no van a tener respuesta,
y aunque no quiera ser
inocente de nada,
defenderé mi conducta
ante tan vacía mirada,
no quiero un juicio de
faltas, no,
quiero el mismo silencio
de ayer para mañana.
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