lunes, 18 de julio de 2016

                                                                            VIII  

Tiempos de una verticalidad abrumadora, sin espacio para la utopía, delirante su fantasía por su cruda realidad. No era un lujo la comida, era necesidad, era un hambre de esperpento, de justicia estomacal, de llorar por las migajas aunque el pescado podrido te hiciera sentirte mal. Era una lucha hilarante el dormirte sin pensar lo que nos depararía el mañana, todavía quedaba tiempo para que todo aquello pudiera cambiar…


Volví a hacer el camino
buscando socorro humano,
de nadie encontré ayuda,
todo el esfuerzo fue en vano.


Las tribulaciones me acosaban
y las llamas me envolvían,
el corazón me asfixiaba
las ideas de la mente se perdían.

Tan fuerte sonido levantan
las trompetas de metal laminado,
el hombre yace frustrado,
los querubines a coro cantan.

Altos cipreses sombrean
las tumbas del campo santo,
apagada la luz de la vida,
tinieblas claman espanto.


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