domingo, 24 de julio de 2016

                                                                             XI

Antes de salir de Carlos Heredero, que ese era y es el nombre de la insigne calle, ubicada en el barrio de Carabanchel y dejando para el final lo mágico del lugar, detallo el supermercado publico que todos los días nos ofrecía una amplia gama de artículos de alimentación, ropa, muebles y otros varios, hermoso, grande, muy grande,” sin divisiones, todo juntito,” como en el rastro, a revolver y sin clasificar y lo mas importante, gratis. Todas las noches como por arte de magia, pescado, carne, ropa, muebles, zapatos –mi hermana la mediana que era una lince-conseguía zapatos varios, casi nunca eran de su medida, pero ella perseveraba, ”la morena” que así es como la llamaban en casa tenia el don del buen vestir. Los demás buscábamos juguetes y a veces algo de comida, pero mamá nos mandaba “menudo royo” con un cubo a buscar algo de carbón. Bendito almacén publico el basurero…


Nadie tendrá memoria de nuestra obra,
pasará nuestra vida como rastro de nube que envejece,
se disipará la herida por los rayos de sol
que a su calor llora y se desvanece.

Daré rienda suelta a mis labios,
y no por ello cesará el dolor,
mis entrañas odian lo impuro,
arde mi alma por ese extraño calor.

Quiero abrazar la nobleza
nacida de los surcos de la tierra,
antes de entrar en el conflicto
perpetuo del hombre y la guerra.


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