Antes de salir de Carlos Heredero, que
ese era y es el nombre de la insigne calle, ubicada en el barrio de
Carabanchel y dejando para el final lo mágico del lugar, detallo el
supermercado publico que todos los días nos ofrecía una amplia gama
de artículos de alimentación, ropa, muebles y otros varios,
hermoso, grande, muy grande,” sin divisiones, todo juntito,” como
en el rastro, a revolver y sin clasificar y lo mas importante,
gratis. Todas las noches como por arte de magia, pescado, carne,
ropa, muebles, zapatos –mi hermana la mediana que era una
lince-conseguía zapatos varios, casi nunca eran de su medida, pero
ella perseveraba, ”la morena” que así es como la llamaban en
casa tenia el don del buen vestir. Los demás buscábamos juguetes y
a veces algo de comida, pero mamá nos mandaba “menudo royo” con
un cubo a buscar algo de carbón. Bendito almacén publico el
basurero…
Nadie tendrá memoria de
nuestra obra,
pasará nuestra vida como
rastro de nube que envejece,
se disipará la herida por
los rayos de sol
que a su calor llora y se
desvanece.
Daré rienda suelta a mis
labios,
y no por ello cesará el
dolor,
mis entrañas odian lo
impuro,
arde mi alma por ese
extraño calor.
Quiero abrazar la nobleza
nacida de los surcos de la
tierra,
antes de entrar en el
conflicto
perpetuo del hombre y la
guerra.
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