VII
Una cadena de televisión,
consigue de pronto
que la memoria me de otro
revolcón,
solo era un recorte de
noticia, de las que pasan
corriendo de puntillas,
sin mala intención,
pero lo cierto es que
cuándo la veía,
las tripas se me
estrujaban, y sin querer,
el recuerdo retrocedía
desde ahora, a mi niñez.
Corría el año sesenta y
tres, ocho o nueve
eran mis años, y en casa
poco que comer,
tocaba soltar lastre, no
se nos podía mantener,
"así te despegas de
las faldas de tu madre" me decían,
la oferta no era tan mala,
casa y playa por la cara,
nuevos amigos, gente que
te instruye, ostias por que sí,
y me mandan a un lugar a
los que no se quiere volver.
Lúgubre donde los haya,
pues en lugar de casa, era cuartel,
te cortan el pelo al cero,
te desnudan y despiojan,
y te marcan con un número,
valido para todo un mes,
aquel dormitorio enorme,
donde dormiríamos unos cien,
te asignan una litera con
sus sábanas y mantas,
y un tío que te amenaza
por las noches
con una vara enorme para
que te portes bien.
¿Como te vas a portar
mal, si el miedo te ocupa
el cuerpo, te meas encima
y no paras de llorar?
en un comedor enorme, tipo
cuartel, ¡de verdad!
cantabas el "cara al
sol" para comer y cenar,
te ponían aquella mierda,
que te la tenias que tragar,
y pobre de ti si
vomitabas, porque aquellos
hijos de puta te hacían
volver a empezar.
¿Aquello divertido? era
instrucción militar,
aquellas tías con cofia
nos ponían a fregar,
¡hazlo bien pequeño
cabrón! o volverás a empezar,
¡no te salgas de la fila,
o en el suelo dormirás!
¡las manos la tienes
sucias, te las voy a desollar!
¡en un mes te hago
hombre, subnormal!
ese era el día a día de
aquella atrocidad.
Pero lo llamaban
vacaciones, y nada podías contar,
aquel jodio preventorio,
que es como se llamaba el lugar,
solo tenía de bueno un
calendario que le quitabas los días
que faltaban para volver a
mi casa, de la que nunca
quise faltar, ¡aunque mis
padres ni migajas
me pudiera dar! yo con los
"recortes" y el
"basurero", me
podía apañar.
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