Solo quien se entrega recibe,
huele, quien renuncia al olfato,
un olor prodigioso,
¡vive misterioso su desencanto!
y así de pronto,
asciende ya de las rosas de primavera,
fragancía de lo que será,
en la cima de lo que será,
y si, alma, desde ese momento,
puede en la variedad del mundo,
escuchar la canción del viento
y comtemplar la mar profunda.
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