Atrás
quedaron reconquistas, inquisiciones, pestes (algunas de ellas negras, otras de
color verde), oligarquías y caciquismo, monarquías totalitarias, autarquías
franquistas, pepes botella, reyezuelos de crianza, sociatas y comunistas,
anarquistas de poco pelo, latifundistas con criados, falangistas de Calvo
Sotelo, dictaduras de un solo huevo y
una iglesia embajadora del recelo, temerosa de los pobres porque no le
aportaban dinero.
Ahora
la cosa cambia, tenemos una democracia aconfesional y laica, llena de
oportunidades e igualdad para todos, gobiernos gestados por el pueblo,
elecciones transparentes como el bolsillo de un obrero. Todo eso aporta
mangantes de altos vuelos, soplagaitas chusqueros, princesas del pueblo,
políticos constructores de aeropuertos, colegas con acceso al parlamento,
manifestaciones por falta de dinero, paraísos fiscales para los nuevos bandoleros,
gentes que cobran mil sueldos, periodistas con sabor a rellenos. Pero es la
libertad que genera el estado de bienestar, del bienestar para gentes de altos
vuelos y como no podía ser de otra manera, para el clero, que para el pueblo
dejan las sobras y un paro eterno con olor a estercolero.
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