jueves, 30 de junio de 2016

II
Cerca de las tapias, sin asfalto ni aceras, donde los regueros discurrían a sus anchas creando el cauce natural de mi calle, haciéndonos saltar para sortear aguas de lluvia o aguas vecinales, allí se ponía el cabrero, o borrego, tosco en sus modales y escaso en tolerancia. De sombrero de ala ancha, zamarra y bastón, que a todos nos tenía que controlar, cabras que huían por el estrujamiento de sus ubres asaltadas por niños pestilentes deseosos de un buen trago de leche, mientras él llenaba pocillos sin cesar por unos cuántos reales.
Hoy, tirarnos calle abajo con la caja de madera y rodamientos, a durado más de lo acostumbrado, el cabrero no se ha dignado a presentarse con la reata que tanto admiramos y necesitamos, dormiremos sin el delicioso manjar, una noche más los sueños se volverán inquietos mientras mi calle sufre el rumor de las aguas…



Soy viento desnudo de estos versos,
viento desnudo angustiado y solo
que va dejando sus pétalos dispersos.

Viento que como el alma vaga inquieta,
 ruge cuándo está sobre los mares,
y duerme dulcemente en una grieta.

Viento que nada sabe y todo niega,
negando lo bueno, el bien propicia,
porque es negando cuándo más se entrega.

El viento como las almas bellas,
vaga, corre y gira disconforme en el amor
por ser el buque en marcha a las estrellas.


No hay comentarios:

Publicar un comentario