domingo, 7 de agosto de 2016

                                                                           XVI
Tres años son suficientes de pubertad, de aprendizaje, de la reparadora vida sin vida al amparo del desconocimiento de la libertad, que se produce cuando el tesoro de la cultura queda limitado a los godos, reyes claustrofóbicos y espíritus apostólicos romanos. Tres años que como por arte de magia te encasillan como un numero más o por el tropiezo de una nueva esperanza en el conocimiento.
De rebelde se me puede tachar, lógico en tiempos de resignación o apatía, o simplemente, miedo. Y ese es mi tropiezo, pasar de la ignorancia a la rebeldía, sobretodo cuando se conoce a gentes que como “aparecidos” te cuentan que sí hubo godos pero que pasaron casi de puntillas, que si hubo reyes, pero todos tenían una extraña “enfermedad” y que la iglesia, si, pero…que para aceptar que la tierra era redonda, primero quemaron a unos cuantos.
Fuera de toda lógica, y a la vez tan maravillosamente peligroso, tan grotesco para los demás, que el mero hecho de dar a conocer las ideas, aunque mínimas, se convertían en un cuchillo apuntando siempre al corazón. Y eso, acrecentó mas los problemas, que si antes eran continuos en casa, ahora serian eternos.


                           Tratando de explicar el porque,
todo el clero se mofa,
plano es el horizonte, alegan,
como el contenido de esta estrofa.

¡Arderás en la hoguera, hereje!
por profanar la ley divina,
no te das cuenta insensato
que así perderás la vida?.

Si fuera redonda la tierra
los de abajo caerían
a los confines del infierno?
¡deja de decir tonterías!

Grave es el discurso y
por eso morirás mañana,
¿lo llamas gravedad a la
caída de una manzana?

Tal alegato esconde
ideas que satanás ronda,
“el creador convencerá a todos
de que la tierra no es redonda”.


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